A continuación os reproducimos parte de este artículo de nuestro compañero José Leal acerca de la nunca suficientes veces repetida, por lo que parece, calificación de Trump como loco. Ya hablamos de este tema en este artículo y por lamentablemente tendremos que seguir insistiendo. Estamos seguros de que existen muchas, y harto menos estereotipadas y dañinas, de hacer valoraciones subjetivas desde la incredulidad y el rechazo que no sean estigmatizando (más) el sufrimiento psíquico.

 

«Me es imposible entender cómo a un prestigioso periodista de El País en su crónica del 9 de noviembre de 2016 no se le ha ocurrido una frase mejor que «Donald Trump, un loco a cargo del manicomio» para mostrar su perplejidad y su terrible enfado, que comparto, ante la victoria electoral de una persona como Donald Trump.

 

¿Qué ha hecho ese hombre para que el periodista lo tilde de loco y de manicomio al espacio que configuran todos quienes le votaron y quienes no? ¿Qué sabe el periodista de la locura?

 

Ni el Sr. Trump es un loco ni el mundo es un manicomio aunque en la sociedad y en sus instituciones se produzcan violencias tan terribles como en aquel se producían.

 

No digo que dejemos el diagnóstico para el uso de los profesionales sino que evitemos los diagnósticos y los adjetivos clínicos como armas contra los sujetos. También quienes somos profesionales hemos de combatir por el uso dañino, aunque involuntario, de expresiones de la psicopatología para descalificar a alguien por sus comportamientos cuando no son comprensibles o adecuados.

 

Es demasiado frecuente utilizar unos términos que proceden de la psicopatología de forma hiriente «contra» muchas personas. El término loco, si queremos llamar así a aquel comportamiento o persona con determinadas producciones psíquicas como el delirio y la alucinación, es hiriente cuando con el mismo se pretende descalificar o atribuir significados despectivos y, de paso, incluir al sujeto enuna identidad colectiva devaluada y marginadora.

 

¿Y si el señor Trump o cualquier otro en lugar de estar loco hubiera estado loco? ¿Estaría incapacitado para gobernar? ¿Quiénes serían los sanos, los no locos, nuestros gobernantes europeos sin vergüenzas ante los tremendos atropellos que con sus políticas hieren a los más indefensos? ¿El gobierno español que construye vallas asesinas en Melilla y Ceuta? ¿El gobierno francés que construye vallas y muros en Caláis? ¿Los gobiernos ingleses, húngaros, polacos, croatas, daneses, en suma, los gobiernos europeos diversos que ponen vallas, cierran fronteras, pagan a dictadores y se someten al dictado de estos para que vigilen sus fronteras? ¿Los que callan por intereses geopolíticos ante las violencias de dictadores cercanos y, a veces, amigos? Nada tiene que ver todo esto tan rechazable, todos estos comportamientos y tantos más que pueden ser descritos, nada tienen que ver con el trastorno mental o la locura.

…»

Continúa leyendo aquí