Motivos para la huelga feminista este 8 de marzo

Motivos para la huelga feminista del 8M en los servicios de salud mental

  • Hacemos huelga porque las consultas de salud mental son una mirilla desde la que se ven, casi de forma continua, las secuelas de la violencia machista en todas sus formas: sexual, económica, física y psicológica:
    • En mujeres ancianas, sobre las cuales se toleran situaciones de verdadera explotación amparadas en los estándares bajo los que fueron criadas.
    • En niñxs que crecen en ambientes familiares atravesados por estereotipos de género rígidos, cuando no crueles, que les limitan el desarrollo y condicionan su socialización.
    • En aquellxs niñxs criados en entornos con violencia de género, convertidos en instrumento para la agresión machista, y a los que las instituciones muchas veces, en lugar de proteger, exponen aún más a esa violencia.
    • En las mujeres que han sufrido y sufren violencia psicológica, física y/o sexual, que se encuentran con una sociedad que tolera, cuando no premia, a sus agresores; que son ignoradas en las instituciones que deberían defenderlas y repararlas y sin embargo cuestionan su vivencia de la agresión, obligándolas a comportarse según una serie de estereotipos de “víctima real”, perpetuando el daño sufrido. En las mujeres que siguen creciendo y viviendo en el miedo a la violencia futura, que condiciona sus movimientos, sus elecciones y sus decisiones.
    • En mujeres racializadas, con diversidad funcional o de clase social empobrecida (o aquellas en las que intersectan todos estos ejes) en las que las violencias machistas interaccionan con otros ejes de opresión como el racismo o el capacitismo (tantas veces invisibilizados pero latentes), complejizando todavía más la vulneración de sus derechos y la legitimidad dada a sus discursos dentro y fuera de las consultas.  
    • En aquellos hombres que se ven atrapados en una construcción de la masculinidad rígida que no les permite expresar ni elaborar su sufrimiento.
  • Hacemos huelga porque la desvalorización de los cuidados en todas sus formas, a la infancia, a los dependientes (temporal o permanentemente), en el hogar o en las relaciones genera desigualdad y sufrimiento:
    • En quienes tienen una doble jornada de trabajo, una precarizada y peor pagada y la otra ni tan siquiera reconocida.
    • En la continua constatación de que la corresponsabilidad en los hogares está aún muy lejos de ser una realidad general.
    • En todas aquellas personas que tienen que compensar las terribles carencias de la protección social ante la dependencia, carencias que existen porque esa necesidad social se ha cubierto históricamente a través del sobreesfuerzo de las mujeres y eso la ha alejado continuamente de convertirse en prioridad.
  • Hacemos huelga porque la desigualdad social entre hombres y mujeres aparece una y otra vez ante nosotras:
    • En las mujeres con trabajos precarizados, cuya independencia y capacidad de acción se ve mermada por la brecha salarial, o por las situaciones de desempleo prolongado, que afectan mucho más a las mujeres, o por los criterios de empleabilidad, mucho más duros para las mujeres, especialmente si son añosas.
    • Por la discriminación laboral que sufren quienes se dedican profesionalmente a los cuidados, casi siempre mujeres, en muchas ocasiones sin contrato, sin posibilidad de cotizar, con sueldos ínfimos y con un reconocimiento social nulo.
    • En mujeres que ven una y otra vez cómo su sufrimiento, físico o mental, se lee de una forma distinta por el hecho de ser mujeres, con mayor iatrogenia, ignorando ciertos síntomas por el hecho de no cuadrar con los estándares clínicos pensados para hombres. Porque ese doble rasero con el que se juzga a los hombres y a las mujeres condiciona de forma profunda cómo se entiende la gravedad de los síntomas a los que pretendemos dar respuesta; en las adicciones, en el trastorno mental grave, en el trastorno mental común, etc. Porque las respuestas que damos a hombres y mujeres frente a síntomas idénticos son bien distintas, sin que nos demos cuenta de que estamos perpetuando esa desigualdad. Porque sobrediagnosticamos y sobremedicamos a las mujeres, respondiendo con psicofármacos, o con psicoterapias sin perspectiva de género, a problemas que con gran frecuencia obedecen a lo injusto del reparto de tareas domésticas, a la misoginia estructural o a la frustración de las expectativas vitales por imposición de los cuidados.
  • Hacemos huelga porque como profesionales, las mujeres somos frecuentemente minusvaloradas frente a nuestros compañeros, nuestro criterio puesto en cuestión y accedemos mucho menos a puestos de responsabilidad. Trabajamos en servicios con una mayoría de mujeres y sin embargo esos pocos hombres son los que habitualmente se encuentran en posiciones de responsabilidad. Observamos también que las medidas de conciliación familiar son escasas e insuficientes y con gran frecuencia son solicitadas solo por mujeres, perpetuando esos estereotipos de género que a la vez sabemos dañinos. Sufrimos discriminación frente a la administración por el techo de cristal, frente a nuestros compañeros y ante los pacientes por el cuestionamiento continuo a nuestro criterio y la misoginia soterrada que da más valor a la palabra de un hombre que a la de una mujer. Nos hemos formado y trabajamos con marcos teóricos en muchas ocasiones pensados por y para hombres, con una infrarrepresentación clara de las mujeres en nuestros textos de referencia lo cual en muchas ocasiones nos convierte en extrañas en nuestro propio campo. Trabajamos con constructos teóricos atravesados de misoginia que condicionan qué podemos escuchar y cómo podemos entender el sufrimiento que atendemos, perpetuando a veces esa misoginia sin ni tan siquiera darnos cuenta.  

Por todas estas razones y muchas más hacemos huelga; porque como profesionales no dejamos de tener una posición de privilegio frente a todas aquellas cuyo trabajo es grande y costoso pero ni se remunera, ni cotiza, ni es valorado; porque podemos utilizar esta posición de relativo privilegio para denunciar toda esta injusticia y hacer ver que una sociedad que no valora a una de sus mitades no puede ser una sociedad justa, feliz, sana. Nos sumamos al llamamiento a la huelga del 8 de marzo porque al machismo estructural (y todo el resto de opresiones que lo acompañan, de clase, raza, etc) hay que combatirlo con acciones directas, legales, políticas, sociales y culturales. Buscamos esos cambios todas juntas, codo con codo, pero es preciso que sea la sociedad entera la que participe en esta tarea.