La psicología conductista americana nos habla del  modelo de experimentación animal llamado “INDEFENSIÓN APRENDIDA”: el animal que ha aprendido una conducta obtiene una recompensa, normalmente alimentaria.  Ahora bien, si el experimentador pone en marcha de forma caprichosa e inesperada una serie de mecanismos de castigo el animal queda sumido en un estado de  inacción depresiva de tal magnitud que le puede llevar a la muerte.

No sería excesiva la analogía con la situación social que actualmente vivimos, y que los profesionales de la salud Mental encontramos a diario en nuestras consultas. Consideremos al ciudadano X, que tras largos años de trabajo, suficientemente capacitado, que cotizó toda su vida laboral y que creyó en los cantos de sirena del capitalismo financiero, se encuentra actualmente en paro,  sin recursos y sin otras perspectivas de futuro que la llamada solidaridad (eufemismo de beneficencia), concepto que desgraciadamente cada vez aparece mas en los discursos de los gestores de la Sanidad Pública.

Como asociación de profesionales debemos contribuir al mejor aprovechamiento posible de los recursos, a la mejor calidad de atención a las personas afectadas, pero sin  olvidar los efectos que la repercusión global de la crisis y su gestión tienen para el cuidado de la salud de la ciudadanía. Sabemos que existe una relación directa entre las crisis económicas y el desempleo y los problemas de salud. En el campo de la salud mental observamos la acentuación de trastornos adaptativos por problemas laborales, depresión, drogodependencias, trastornos psicosomáticos y un incremento de las tasas de suicidio e intentos de suicidio en estos últimos años.

Tenemos que subrayar cómo la crisis repercute directamente con más intensidad sobre una población ya crónicamente desfavorecida como es la que padece enfermedad mental, aumentando la precariedad económica, las dificultades para la reinserción laboral, la sobrecarga familiar y el riesgo en definitiva de exclusión social y reforzamiento del estigma.

Un riesgo añadido a las consecuencias de la crisis es que  los recortes en el ámbito sanitario   se acompañen de un cambio de modelo asistencial donde los escasos recursos comunitarios y la asistencia a los pacientes más graves se vean doblemente mermados. 

La beneficencia como alternativa al modelo comunitario de salud mental supondría una posición de irresponsabilidad de nuestros gobernantes con respecto al mandato para el que fueron elegidos: garantizar a los ciudadanos sus derechos constitucionales. Con el añadido de proyectar un futuro sombrío de exclusión social de amplios sectores de la ciudadanía.

Una sociedad sana genera redes de acogida para los momentos de la fragilidad humana. El miedo y la indefensión como afectos colectivos, facilitan sin duda a los gobernantes la ejecución de drásticas medidas, pero si éstas vienen guiadas prioritaria o exclusivamente por intereses económicos conducen inevitablemente a una sociedad enferma.  

JUNTA DIRECTIVA. SOCIEDAD ARAGONESA DE SALUD MENTAL-AEN
Antonio Tarí García.
Ana Martínez Calvo.