Declaración de la WPA sobre las detenciones y amenazas a la Asociación Médica de Turquía

La Asociación Española de Neuropsiquiatría apoya plenamente la declaración de la Asociación Mundial de Psiquiatría en relación a las detenciones y amenazas realizadas por las autoridades turcas a socios de la Asociación Médica de Turquía

ACCEDA AQUÍ A LA DECLARACIÓN DE LA WPA

 


Mientras tanto en la prensa: qué salvar de Salvados

Quien viera  “1 de cada 5”, el programa de Salvados del día 28 de enero, llegaría fácilmente a la conclusión de que la depresión es una enfermedad muy común. Como cualquier otra enfermedad pero en la que no hemos avanzado tanto como en otras. Cuyo diagnostico no es fácil y debe encomendarse a profesionales expertos que la conocen y saben como tratarla. Mejor por lo privado que en la pública. Aunque no del todo bien, porque a diferencia de otras, se espera que en 2030 llegue a ser la primera causa de discapacidad. Algunos se sentirían fascinados porque esa enfermedad pudiera estar en algún sitio del cerebro a la altura de la ceja derecha.  En fin, la misma conclusión que tras cualquier espacio de salud de la programación matinal de las televisiones, pero no lo que se esperaba de la cuidada producción del equipo de este programa.

Con algo más de perspicacia se podrían encontrar algunas cosas que no cuadran del todo. Cada uno de los participantes había encontrado, curiosamente,  una manera diferente de recuperarse. Además, si afecta a 1 de cada 5, y si hasta un 8 % mueren de suicidio, la mortalidad por esta causa sería de medio millón de personas. Pero en la conversación no aparece este contraste entre el sentido común y la indiscutible autoridad profesional basada en las cifras y los hallazgos cerebrales. Como asociación de profesionales no tenemos nada en contra de cuantificar lo que sea posible (y lo subjetivo no lo es) o investigar la fisiología del sistema nervioso, pero en pie de igualdad con otros discursos no tan avalados por el poder.

De hecho durante la propia emisión del programa no tardaron en poder leerse múltiples respuestas desde los espectadores, criticando el sesgo biologicista, la nula mención al paradigma biocomercial en el que aparecen esas depresiones y sus tratamientos, el riesgo de entender la atención al sufrimiento psíquico como un producto de consumo sólo al alcance de quien lo pague, y que el marcadísismo sesgo de su contenido en ningún momento fue enunciado como tal sino como una verdad objetiva, carente de ideología. Por desgracia no es algo nuevo. El discurso biologicista y reduccionista obviando una y otra vez los determinantes sociales tiende a ser hegemónico en la prensa, como podemos ver habitualmente.

De modo que intentaremos salvar algo de ese Salvados. Por ejemplo el exquisito relato de la experiencia. Escuchar en horario de máxima audiencia cómo distintas personas  decían cosas como “cuando estaba muerta”, “el estado más próximo a la muerte”, “verse rodeado de gente que no le pasa y no lo entiende”. Que hablaban del “sabor y el color” de un sentimiento o de “sentir que desaparezco, que estoy desnudo y frágil”. Incluso Enric, un hombre sensible además de reconocido psiquiatra hablaba del “miedo cósmico”. Cómo se definió nuestro entorno como un medio en el que hay que “aparentar fuerza y esconder las debilidades”. Que “nos han vendido la idea de ser siempre felices”. Algo de lo que “no se pueden hacer canciones y ni siquiera hablar”. Del sufrimiento de los ingresos. “Ojala los hospitales fueran como esta masía”, comentaba Noelia frente al atardecer nevado. (“Pues montamos una Unidad” respondía el psiquiatra). O “peor aun que los internamientos, que no te quieran como madre porque esto es genético”.  

Salvamos de ese Salvados que hay a quien le fue bien la estimulación cerebral profunda pero a Georgina lo que le ayudó fue bailar, incluso en lo más hondo del pozo. Hay quien toma muchas pastillas, quien toma pocas y quien no toma ninguna. Podemos salvar también que no se estigmatice por tomarlas y que se respete el no tomarlas. O los grupos de ayuda de suicidio donde se aprende a entender y a perdonar, a ser útil a otras personas. “A aquella madre que se acercó a mi tras una charla, le salvé la vida”. Que se hablara de que de los profesionales no importa sólo lo que saben sino también el trato. “Encontrar la persona adecuada” o “poder negociar con ese terapeuta”. O de que se mencionara un rechazo a que “la única salida que te den sean las pastillas”.

O la frase “tienen que darse unas condiciones para recuperarse” que queda suelta en medio de la conversación pero que señala la importancia los entornos. Porque nadie habló de las adversidades persistentes, la falta de apoyo, la discriminación o las desigualdades. Una verdadera lástima, porque las muchísimas personas que disfrutaron y aprendieron con el programa habrían obtenido una visión mucho más global, completa, menos interesada.

 

Pero así fluyó la conversación.Sin micrófonos, ni cámaras, sin las exigencias de espectáculo de las parrillas televisivas, ¡cuánta falta nos hacen estos espacios! De compartir de igual a igual, de tú a tú. De hablar de vivencias sin ponerles un diagnóstico, de poner en común cómo nos apañamos, de reconocer cuándo hacemos más daño del que evitamos o, en qué ayudamos y en qué no. De no tener miedo a abandonar vías que no llevan a ningún lado y entrar en otras, con el mismo espíritu crítico (o si se quiere, científico),  de abrir esperanzas entre todos ante esa lúgubre profecía para el 2030.


El Tratamiento Ambulatorio Involuntario: No, no, no y mil veces no.

El cuento de nunca acabar: el Tratamiento Ambulatorio Involuntario (TAI). Dicen que es un tema que no está resuelto cuando lo que deberían decir es que la forma de la que se ha resuelto desde hace más de diez años no les gusta. Y pretenden continuar por si lo consiguen en este momento de auge del conservadurismo y del miedo al otro.

Lo intentó el PSOE, el PP, Convergencia; hubo comparecencias parlamentarias a nivel estatal y como mínimo en Cataluña. En esta comunidad Convergencia retiró, convencidos, su apoyo a un intento autonómico de regulación. Lo hablado está en las actas; están grabadas las comparecencias de psiquiatras a favor y en contra. Todas las decisiones han sido contrarias a regular el TAI porque no resuelve nada y es atentatorio a la dignidad y a los derechos humanos.

Ahoran quieren intentarlo con Ciudadanos. Y con los mismos argumentos, con las mismas simplificaciones y con las misma mitificación del tratamiento farmacologico y la tecnología galénica. Incluso la vetusta imagen del loco que se cree Napoleón.

El TAI está resuelto, sí, resuelto. Está por resolver la revisión y aumento de los recursos de apoyo a las personas que sufren un trastorno mental; falta poner en marcha las propuestas de la Convención de Nueva York o las indicaciones del relator de las Naciones Unidas.

Nada más resolutivo que la histórica propuesta de la Confederación Salud Mental España, entonces FEAFES, y su clarísima actitud de rechazo. Una actitud valiente de la que nos sentimos orgullosos todos aquellos que, como la AEN , siempre nos opusimos y siempre trabajamos por un trato humano, sujeto a derecho y a valores y opuesto a la coerción y a la violencia.

Seguiremos trabajando por aquello en lo que creemos. El tema sigue siendo delicado pero no hay razones para pensar que no vayamos conseguir lo que ya conseguimos. Ojalá no haya cambiado tanto la sociedad como para terminar regulando prácticas que durante tantos años han sido reconocidas como inadecuadas.

Hay que volver a insistir que la regulación del TAI no es un tema sobre la mesa, que ese tema ya se resolvió. El tema que está por resolver es el de los valores que han de sustentar nuestras prácticas, los derechos de las personas y la disposición de recursos adecuados a sus necesidades.

 

Junta directiva de la AEN


Reedición libro "Sucesos memorables de un enfermo de los nervios"

Es un placer comunicaros que en los próximos días estará disponible (en nuestra tienda virtual y  también en librerías) una segunda edición en papel de los Sucesos memorables de un enfermo de los nervios de Daniel Paul Schreber, un testimonio excepcional y un clásico imprescindible en la historia de la psicopatología (podéis releer una breve presentación más abajo). Publicado por la AEN en 2003 con una espléndida traducción de Marciano Villanueva Salas, el libro estaba agotado desde hace años, por lo que hemos decidido reeditarlo conscientes de su gran valor dentro de nuestro fondo editorial.

El precio de venta al público general será de 20 euros, pero las socias y socios y de la AEN tendrán un descuento del 50 % (10 euros).

Os animamos pues a revisitar este clásico y, muy especialmente, a difundirlo y darlo a conocer entre los profesionales en formación.

Daniel Paul Schreber (1842-1911), además de alcanzar el más alto nivel en la carrera judicial, como Presidente de Sala del Tribunal Supremo de Dresde, ha llegado a ser por méritos propios el psicótico más conocido de nuestra disciplina. Tocado definitivamente por la psicosis en 1893, logró con un ininterrumpido trabajo mental dejar a la posteridad dos testimonios irreemplazables sobre su locura. Uno, sobre los contenidos y la construcción formal del delirio, que desarrolló con una riqueza y precisión verbal fuera de lo común, y, el otro, sobre el tesón y la dignidad con que dirigió su propia defensa hasta lograr el alta del hospital y la revocación de su incapacidad. Ambos han quedado reflejados en este libro que fue publicado por primera vez en 1903 y que ahora edita la AEN con una traducción propia. Los Sucesos memorables de Schreber son una enciclopedia delirante difícilmente mejorable. Pocas preocupaciones psicóticas quedan fuera de su contenido, si es que no las recoge todas: desde la persecución, el enemigo y la diferencia sexual, hasta el origen, la divinidad y el fin del mundo. Su afán de exactitud y verdad consiguen transmitir tan gran vigor al texto que es difícil pensar en un psicopatólogo que no se vea obligado a confrontar sus concepciones con las ideas de nuestro psicótico. Así aconteció con Freud, pocos años después de la aparición del libro, y así ha seguido sucediendo con un sinnúmero de estudiosos. El libro se completa con los informes periciales del Dr. Weber, ejemplos admirables de una psiquiatría atenta, estudiosa y comprensiva que en nuestros tiempos parece a punto de desaparecer. Schreber, quizá previendo este futuro, fijó entre los objetivos de su libro que nos preguntáramos «si no habrá algo de verdad en mis presuntas ideas delirantes». La duda merece la máxima consideración.

 


Respuesta del autor (Jose Luis Moreno Pestaña) a la reseña "Sociogénesis de la conducta alimentaria" publicada en el último número de la Revista de la AEN.

Publicamos a continuación la respuesta de Jose Luis Moreno Pestaña a la reseña que realizó Álvaro Múzquiz Jiménez en el último número de la Revista de la AEN con el título "Sociogénesis de la conducta alimentaria" y puedes leer aquí.

José Luis Moreno Pestaña
Universidad de Cádiz
joseluis.moreno@uca.es
http://moreno-pestana.blogspot.com.es/
https://uca-es.academia.edu/JoseLuisMorenoPestaña

"Acaba de aparecer una reseña de mi libro La cara oscura del capital erótico. Capitalización del cuerpo y trastornos alimentarios (Madrid, Akal, 2016) en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (vol 37, nº 132, 2017, pp. 209-213).

Quiero destacar del trabajo de Álvaro Múzquiz Jiménez cuatro aspectos que tienen el mayor interés, al menos
para mí, pues ya hace casi veinte años que escribo sobre filosofía y sociología de los problemas psicológicos.

1) El autor insiste en señalar si creo que los trastornos alimentarios tienen o no realidad autónoma; si soy, pues, un anorexólogo que promueve una categoría específica de gestión de lo real: es decir, me reprocha más o menos formar parte de un campo que en un libro anterior intenté objetivar (al respecto se dicen cosas también en este). Me
sorprende ser a la vez agente de un análisis y que la reseña me convierta, sin más, en objeto del mismo. Que el capitulo tres plantee las cosas de otra manera —a través de la teoría de Ian Hacking— no parece registrarse. Tampoco, aunque sobre eso también he  hablado, la particularidad del tratamiento que hago de los trastornos alimentarios. Al considerarlos como ruptura de los hábitos corporales compartidos —alimentación,
ejercicio, medicación, cuidado corporal— son categorizados dentro de umbrales de sensibilidad diferentes. Lo que en un lugar es ser una anorexia en otro es cuidarse para no ser obesa; esos umbrales remiten a patrones de legitimidad sobre qué es cuidarse, o qué es un cuerpo sano, modulados de modo distinto en variados puntos del espacio
social. Lo que es una desviación indicio de patología en otro marco puede ser interpretado como una corrección inofensiva. Efectivamente, los trastornos alimentarios existen, y el debate en torno a ellos forma parte de sus condiciones de existencia (aunque no es la única condición: véase el capítulo tres). Tal vez desaparezcan y explico el
porqué. No sé si esta posición me sitúa en el campo de los anorexólogos, categoría que expresa conflictos por definición de las enfermedades y control de los mercados que no son los míos; no porque los desprecie, sino porque las pautas que utilizo para definir la normalidad corporal son otras —de hecho la reseña las expone al comienzo de manera generosa—. Es cierto que no estoy en el nihilismo sobre la construcción social —algo que
luce mucho en los ambientes de Letras y creo que también en cierto radical chic psiquiátrico. Al respecto remito, para quien tenga interés sobre mi posición epistemológica, a los tres primeros capítulos y la conclusión de Moral corporal, trastornos alimentarios y clase social (Madrid, CIS, 2010).

Siempre en la cuestión epistemológica, y referido a las causalidades, el autor de la reseña me presenta como un partidario de una suerte causalidades paralelas, resultado de una especie de acuerdo de Yalta epistemológico de separación de esferas (una para los médicos, otra para los psicólogos… y yo, que no doy más de sí, me acojo a la que me dejan). La reseña lo relaciona, no muy claramente, con la discusión sobre el lugar de la  sociología en el campo de los expertos, es decir, en el intento de reconstruir las condiciones institucionales de mi trabajo que abordo en el apéndice metodológico de mi libro. Un intento de reflexividad concreta, donde en lugar de hablar de todos los autores en los que podría ampararme, intento dilucidar procesos de inserción concreta en un trabajo de campo, arriesgándome a mostrar lo que tiene de normal (y que por tanto se esconde), se vuelve un instrumento para objetivarme: soy el sociólogo que asume lo que le dejan los demás. ¡Eso me pasa por promover una epistemología realista, con lo bien que queda uno comenzando su trabajo con un panteón de filósofos de la ciencia ilustres!

En fin, aclaro: no soy tan limitado; precisamente porque intento, seguro que mal, objetivar las condiciones de mi trabajo. Pero es que además uno tiene sus lecturas y nadie que haya leído a Merleau-Ponty puede compartir esa idea: la causalidad psíquica no es un montaje de influencias paralelas y los vínculos causales no se pueden desmadejar uno de otro —el biológico, del psíquico y así hasta el social—. Se encuentran vinculados, y los trastornos alimentarios son, siempre siguiendo a Hacking, entidades o interactivas o híbridas, en las que las diferentes causalidades se anudan y modifican. Creo que desde que existe el nicho ecológico de los trastornos alimentarios, hay una causalidad social
específica. Esa causalidad social a veces se introduce en una biológica: indebidamente. Detectar ese biologicismo no conlleva eliminar las dimensiones biológicas que podrían seguir operando en otros conjuntos. El autor me reprocha que no sea suficientemente radical. Muy bien: aclarado el asunto de la diplomacia de las causalidades, ¿qué es lo que
habría de deconstruir? Como puede que tenga que ver con la categoría de trastornos alimentarios, sirva el apunte siguiente. Como explica Ian Hacking, los conceptos psiquiátricos son de clases en estrella. Un águila y un gorrión son miembros de la clase de las aves y se parecen poco.

Si nos ponemos muy nominalistas con los conceptos alrededor de los trastornos alimentarios reventamos la psiquiatría y las ciencias humanas y nos condenamos a hablar con deícticos. Al respecto me he extendido en “El poder psiquiátrico y la sociología de la enfermedad mental: un balance”, Sociología Histórica, nº 5, 2015, pp. 127-
164.

2) Se cuestiona que en las entrevistas no se analiza la subjetividad del individuo y se me reprocha, cómo no, sin decirlo explícitamente, el sociologismo. Cabrían aquí muchas consideraciones; la primera es la diferencia entre una entrevista clínica y una entrevista sociológica, a qué da acceso cada una y cómo sería absurdo pretender con una
desmontar la otra.
Mas yendo a lo del sociologismo, cierto que es un pecado terrible, al que como tantos otros soy propenso. Cierto es que es pecado muy diagnosticado: por ejemplo, el filosofismo —consistente en hacer teorías sobre teorías y poner a autores de guardaespaldas de otros autores... y ello para desbrozar materiales de enorme pobreza empírica— se diagnostica poco, y es algo que en la psiquiatría crítica, a menudo asumida en ciencias humanas, no es inhabitual.
En un trabajo como el mío, siempre ha de mantenerse, en el tratamiento de las entrevistas, la combinación del cuidado del detalle —sin creerse que uno está haciendo una historia clínica— con la generalización argumentada y, sin duda, sabiendo que hablamos de experiencias donde no podemos razonar como si se controlasen las condiciones iniciales y pudiésemos deslindar perfectamente lo que obedece a un contexto específico o a una dinámica de mayor alcance. Sobre la combinación de ambas exigencias remito al lector al modo en que presento mis entrevistas en el apéndice metodológico: diciendo siempre en qué me apoyo. Es una manera de señalar los puntos frágiles de tu argumentación, de exhibir los protocolos. Asumo que siempre se podría criticar si el corpus tiene que ver con lo real y si la teoría que interpreta el corpus era la mejor posible. El autor sugiere que él sacaría más de mis entrevistas. Es una pena que no nos haya ofrecido ejemplos sobre su perspicacia: ¿podrían producirse mejores datos sobre lo real teniendo en cuenta las condiciones institucionales de mi investigación? ¿Y sobre la teoría utilizada? Aunque sobre esto, la reseña denota también cierto disgusto. Veámoslo.

3) El autor critica, de manera algo elíptica, mi utilización del concepto de capital en Marx y me da unas lecciones de filosofía del lenguaje. Uno siempre las agradece, aunque ya me las sabía. El asunto es el siguiente: propongo una tesis, históricamente detallada, a partir de tres niveles que articulan el cuerpo como capital y que pueden ser análogos a la unificación de mercados exigida por cualquier concepto de capital, sea o no de Marx (la referencia a Marx me da igual, aunque creo que mi lectura es correcta). Esa tesis permite explicar y poner fechas sobre por qué antes el cuerpo no era capital y por qué puede dejar de serlo. No es escaso riesgo: es mucho, me podría haber escondido, se hace a menudo, con referencias vaporosas al cuerpo, el poder o el fetichismo de la mercancía y
que cada uno, como sucede también a menudo, entienda lo que pueda. El reseñador se agarra a un ejemplo —sobre tomates— acerca de la necesidad de valorizar un recurso para que devenga capital. El lector juzgará si el ejemplo del autor de la reseña guarda proporción con lo que se aporta en el capitulo. Una teoría jamás puede pretenderse
indiscutible; pero para que la crítica sea algo más que demarcación caprichosa de posiciones habría que decir cuál, entre las alternativas, ofrece mayor poder de explicación teórica de los protocolos disponibles y más calidad heurística.

4) El autor señala que el capítulo sobre las resistencias le parece de menor interés. Sin embargo es en él donde se muestran la inestabilidad, refiriéndola a conflictos específicos, de los procesos de capitalización del cuerpo. También hubiera estado bien detallar las razones sobre si tales conflictos existen o no y si alguien, en ese plano, ha avanzado
más. Quiero, sin embargo, destacar algo: en ese capítulo se habla de formas de salida de gestión no psiquiátrica de la desviación —sea esta categorizada como trastornos alimentarios o sean estos síntoma de otra entidad nosológica—. Son tales formas de ruptura de la capitalización las que me llevaron a la elaboración teórica con la que se abre
el libro, algo sobre lo que también se interroga la reseña, esta vez lamentándose de mi enemistad con la teoría. Es difícil que un servidor, modesto profesor de filosofía, se enemiste con la teoría, aunque sí me disguste la exhibición teórica gratuita. Fue por ese capítulo por el que empecé a escribir y por el que cobra sentido parte de lo que se dice en los primeros. Es fácil comprobarlo si se ve que una versión de tal capitulo fue la primera parte de la obra que se publica en Dilemata (“Mercado de trabajo y trastornos alimentarios: las condiciones morales y políticas de la resistencia”, Dilemata. Revista internacional de Éticas Aplicadas, nº 12, 2013, pp. 143-169). Que de ese modo
intento comprender cuáles con las condiciones sociales de salida de la enfermedad mental, y que tal es una preocupación de hace tiempo, puede comprobarse leyendo las páginas 254-256 de Moral corporal, trastornos alimentarios y clase social. Obviamente ninguna teoría deriva solo de la empiria. En ese aspecto solo puedo dar la razón al autor de la reseña. Aunque insisto; la teoría se vincula con bastante más que la utilización del IMC como indicador de capitalización, algo que sin más no diría nada."


XI Jornadas de la Sección de Historia de la Psiquiatría de la AEN

"Psiquiatría y cambio social en España"

25 y 26 de octubre de 2018

Salón de Actos del CSIC en C/ Albasanz, 26 de Madrid

Próximamente más información


Vídeos de las mesas de las XXVII Jornadas de la AEN

En el blog de la Asociación Madrileña de Salud Mental se han empezado a colgar los vídeos de las mesas de nuestras Jornadas del 2017. Puedes acceder a ellos desde la web de la AMSM: https://amsm.es/

 


Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria Vol. 14, nº 1, 2017

Ya está disponible el nuevo número de Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria, "Crítica de la Psiquiatría".

Puedes descargar el PDF pulsando aquí

 


Mientras tanto en la ciencia: sobre la intervención temprana en las psicosis

Diferentes entidades del ámbito de la psiquiatría están promoviendo consensos y libros blancos en torno a la intervención precoz en las psicosis. Estas iniciativas usan el peso de la evidencia científica para influir en la administración con el objetivo de desarrollar de manera prioritaria programas de primeros episodios con diferentes denominaciones.  La idea directriz es clara: usar todos los recursos terapéuticos disponibles de manera
intensiva e integrada al principio de la enfermedad es una manera de mejorar los resultados y “prevenir la cronificación”.

De hecho nuestra asociación fue pionera en editar un consenso de intervención temprana en las psicosis en 2009.
Nada que objetar a este propósito. Es coherente con un modelo de atención equitativo, usar el máximo esfuerzo terapeútico en el momento en que es más eficaz. Sin embargo, en las propuestas que ahora se nos presentan hay elementos que nos inquietan y que desvirtúan la idea original.

La presencia, aval o patrocinio de algunas empresas farmacéuticas a estas iniciativas debería haberse evitado. No se pone en duda que colaboran ciñéndose estrictamente a sus códigos éticos. No es eso. Si queremos que nuestros mensajes, como entidades profesionales y científicas sean tenidos en cuenta por la ciudadanía, hemos de hacerlos
desde la separación más absoluta de todos los conflictos de intereses evitables. Y este lo es.

En el terreno más limitado de las pruebas científicas, la investigación ha arrojado luz sobre la eficacia de un variado conjunto de intervenciones, pero ha dejado sombras acerca de la generalización de los resultados más allá de la duración de la intervención o sobre la relevancia del periodo de enfermedad no tratado. Hay también pocas pruebas
que favorezcan el desarrollo de dispositivos o estructuras asistenciales específicas frente a la incorporación de los programas al trabajo habitual de los servicios, junto con otros que cubran otros momentos del proceso de la enfermedad. Mejorar el tratamiento habitual con la experiencia de los programas específicos podría ser la opción más equitativa sin crear unidades específicas.

Desde un punto de vista más próximo a la ética, nos inquieta que se soslaye el debate acerca del riesgo que se corre al tratar el riesgo, muy “individualizado” además en un sujeto concreto. Una visión más colectiva de la salud mental, que ofrezca una accesibilidad universal a los tratamientos necesarios, cuando y donde se necesiten, ni antes ni después; unida a apoyos y acompañamientos en entornos naturales sin necesidad de detección, ni filtrado, estaría más en consonancia con estos valores.

Aunque los profesionales de la salud mental y nuestras técnicas perdamos protagonismo.

Una clara desvinculación de la industria, una lectura cuidadosa y rigurosa de la evidencia y la salvaguarda de una etica del acompañamiento, frente a otra del riesgo. He aquí por donde brindamos nuestra colaboración.


Posicionamiento sobre el "Protocolo Adicional al Convenio de Oviedo"

La Asociación Española de Neuropsiquiatría-Profesionales de la Salud Mental, la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, En Primera Persona, Federación Andaluza de Asociaciones de Salud Mental en Primera Persona y Federación VEUS-Federació Catalana d’Entitats de Salut Mental en Primera Persona, como organizaciones directamente implicadas en el impulso de la mejora de la salud mental de España, queremos manifestar nuestra total oposición a la continuidad del proyecto “Protocolo Adicional al Convenio de Oviedo sobre Derechos Humanos y Biomedicina sobre la protección de los derechos humanos y la dignidad de las personas con trastornos mentales respecto a ingresos y tratamiento involuntarios" elaborado por el Comité de Bioética del Consejo de Europa.

LEA AQUÍ EL TEXTO COMPLETO DEL COMUNICADO